OPINIÓN

'The snake'

Guadalupe Loaeza EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Cada vez que veía a Musk, sobre todo durante la campaña presidencial de Trump, brincotear como si fuera un niño, pensaba: "Le va a dar un infarto, le va a dar un infarto...". No es porque el ex funcionario del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), que yo sepa, hubiera tenido problemas de corazón, sino que el suyo se desarrolló de una forma distinta y en un lugar equivocado. Dicho de otra manera, Musk no tiene corazón, tiene una cartera repleta de billetes, porque desde que era adolescente ha sido dueño de un latente amor al dinero. Además de mentiroso (Hemingway asegura que la gente que miente tiene mal aliento) es adicto a las drogas (LSD, cocaína, éxtasis, hongos psicodélicos y ketamina). Como dice Michelle Goldberg, del New York Times: "Si hubiera justicia en el mundo, Musk nunca podría reparar su reputación, al menos no sin dedicar la mayor parte de su fortuna a aliviar la miseria que ha engendrado. La estancia de Musk en el gobierno ha revelado graves defectos en su carácter: una crueldad despreocupada y deshumanizadora, y una apatía mortal. Esto debería moldear la imagen que se tenga de él durante el resto de su vida pública".